El estrés digestivo es un término general que se usa para describir cualquier sobrecarga o alteración en el sistema digestivo que impide su funcionamiento óptimo. No es un diagnóstico médico formal, pero se usa comúnmente en contextos de salud digestiva funcional o integrativa para referirse a un conjunto de factores que afectan negativamente la digestión, la absorción de nutrientes y la salud intestinal en general.
Causas comunes del estrés digestivo:
- Alimentación inapropiada
- Comidas ultraprocesadas, ricas en azúcares, grasas trans o aditivos.
- Comer en exceso o muy rápido.
- Combinaciones de alimentos difíciles de digerir.
- Intolerancias alimentarias (gluten, lácteos, FODMAPs, etc.).
- Problemas fisiológicos
- Disbiosis intestinal (desequilibrio en la microbiota).
- Enzimas digestivas insuficientes.
- Permeabilidad intestinal aumentada (“intestino permeable”).
- Infecciones (como SIBO, parásitos, Helicobacter pylori, etc.).
- Estrés psicológico
- El eje intestino-cerebro conecta directamente el estrés emocional con la función digestiva.
- El estrés crónico reduce la producción de ácido gástrico y enzimas digestivas, y altera la motilidad intestinal.
- Hábitos de vida
- Falta de sueño.
- Sedentarismo.
- Uso frecuente de fármacos como antiácidos, AINEs o antibióticos.
- Problemas estructurales o funcionales
- Trastornos de motilidad intestinal (colon irritable, estreñimiento crónico, etc.).
- Enfermedades inflamatorias intestinales (Crohn, colitis ulcerosa).
Síntomas típicos del estrés digestivo:
- Hinchazón abdominal.
- Gases excesivos.
- Digestiones pesadas o lentas.
- Náuseas.
- Diarrea o estreñimiento.
- Dolor abdominal o ardor.
- Fatiga después de comer.
- Reflujo o acidez.
En resumen:
El estrés digestivo implica un conjunto de factores que dificultan que tu sistema digestivo funcione correctamente. Puede ser causado por lo que comes, cómo lo comes, tu estado emocional, tu estilo de vida o condiciones digestivas subyacentes. Es importante abordarlo de forma integral para restaurar la salud digestiva.